AUTOCONCIENCIA A TRAVÉS DEL MOVIMIENTO El método Feldenkrais y el Taijiquan
Pedro Jesús Jiménez
Q ué puede aportar al Tai Chi Chuan el método de conciencia corporal elaborado por Moshe Feldenkrais? El autor de este artículo responde a esta pregunta centrándose en las líneas maestras que sostienen este sistema, y ofrece claros paralelismos de la aplicación de estos conceptos durante el entrenamiento de nuestro arte.
Una de las bases fundamentales en la práctica del Tai Chi es la correcta utilización de la estructura corporal a través de los distintos movimientos que se desarrollan durante la ejecución de la forma. Investigando sobre las diferentes teorías que se han elaborado acerca de la postura en occidente, como la eutonía, antigimnasia, bioenergética, rolfing, focusing, etc., capta especialmente nuestra atención el método creado por Moshe Feldenkrais (1904-1984), dadas las importantes aplicaciones que ofrece su trabajo en la mejora de nuestro entrenamiento.
Aunque este autor es en gran parte desconocido por el público español, su sistema de práctica corporal tiene en la actualidad, y a nivel mundial, una importancia similar al Pilates, un método del que casi todos habremos oído hablar. El principal atractivo que despierta este planteamiento reside en su particular filosofía de trabajo, centrada en la autoconciencia a través del movimiento. En este artículo vamos a señalar tres aspectos clave de sus ideas: la eliminación de los llamados movimientos parasitarios que añadimos a cualquier acción, los principios que facilitan la autoconciencia y, por último, la dificultad que existe para cambiar hábitos posturales y patrones de movimiento.
Eliminación de los movimientos «parasitarios» en la acción
Desde un punto de vista ideal, la ejecución de una acción es correcta cuando se eliminan o inhiben todos los elementos extras con relación a su objetivo. El experto sería entonces aquel que hace sólo los movimientos que quiere, respondiendo sus actos a un motivo claro y exclusivo. Pero esto es muy difícil de conseguir. Muchas veces, incluso cuando estamos realizando acciones tan sencillas como peinarnos, leer o pensar, introducimos contracciones musculares innecesarias que no guardan ninguna relación con el fin de nuestra acción: fruncir el ceño, apretar las mandíbulas, levantar los hombros...
Aunque podemos localizar estos movimientos parasitarios incluso en los practicantes más avanzados, se ponen más claramente de manifiesto cuando aprendemos un nuevo patrón de movimiento. Todos hemos experimentado y observado cómo nos tensamos e introducimos gran cantidad de gestos innecesarios, e incluso contradictorios, que dificultan o impiden una correcta ejecución. Tanto en la fase inicial del aprendizaje de la forma de Tai Chi como en el de cualquier otra destreza física o deportiva, todos los practicantes deben pasar por una etapa de memorización e imitación de los movimientos que hace el profesor. El objetivo de esto es llegar a repetir lo más fielmente posible los gestos desarrollando una labor de escucha y observación que va más allá de la simple repetición mecánica.
Feldenkrais opina que es bueno huir de vez en cuando de la rutina y preguntarnos si realmente estamos ejecutando lo que creemos, ya que: «no por realizar esfuerzo, debemos pensar que lo estamos haciendo bien». Todos podemos observar cómo en las clases hay personas que pueden repetir la forma miles de veces sin mejorar y otras que, en pocos días, muestran grandes avances en su práctica. Para este autor la respuesta está en que si bien los primeros creen que el tiempo y la repetición serán suficientes para mejorar una mala ejecución, los segundos observan lo que hacen mientras realizan sus movimientos.
En esta fase, resulta evidente la importancia de tener un buen profesor no sólo capaz de ejecutar con precisión las diferentes posturas, sino también de localizar nuestros hábitos incorrectos de movimiento y hacernos tomar conciencia de ellos ya que, en el fondo, estamos inmersos en un proceso de limpieza y depuración. Como indica Tew Bunnag, las lecciones más valiosas en esta etapa se extraen de los fallos y de nuestra incapacidad para realizar ciertas posturas o secuencias que reflejan posibles bloqueos o desequilibrios en nuestro cuerpo.
Cuando llegamos a la práctica todos traemos rutinas corporales y modelos de movimiento establecidos que se expresan de manera inconsciente durante el entrenamiento. El ejemplo más sencillo aparece cuando queremos desarrollar el principio de suavidad que se busca en el Tai Chi. A todos nos cuesta mucho aprender e integrar este principio porque en occidente las acciones suelen ejecutarse desde la fuerza física, con contracción muscular. Quizás por eso es normal que en los libros de Tai Chi se aconseje a los alumnos que realicen sus acciones de forma más relajada y suave. Este proceso se hace todavía más evidente cuando el practicante que llega a las clases ha entrenado artes marciales, ya que suele mostrar mucha tensión y fuerza en las secuencias, fruto de su práctica.
Como ya hemos señalado, la corrección de estos hábitos «parasitarios» no sólo corresponde a las fases iniciales del entrenamiento. Los alumnos avanzados también manifiestan tensiones extra o pautas de movimiento innecesarias o equivocadas sobre las que deberían trabajar. Feldenkrais muestra que el camino para eliminar estos patrones parasitarios está en despertar la autoconciencia a través de los cambios de posición del cuerpo. Esto significa que no sólo debemos centrar la atención en qué hacemos sino también en cómo realizamos nuestra acción.
Autoconciencia a través del movimiento
«Que ejecutemos una acción no prueba en modo alguno que sepamos, aunque sea superficialmente, qué estamos haciendo o cómo lo hacemos» (Feldenkrais, 1995). Moshe Feldenkrais justifica esta idea proponiendo un ejercicio tan sencillo como es levantarnos conscientemente de una silla. ¿Qué parte del cuerpo se mueve antes?, ¿contraemos los músculos del abdomen o de la espalda?, ¿tensamos primero el cuerpo o nos inclinamos hacia delante? Esta reflexión nos lleva a descubrir cómo la más simple y común de las acciones puede representar un auténtico misterio al no tener conciencia de cómo la realizamos. Feldenkrais defiende que en muchos aspectos de nuestra vida somos capaces de realizar las cosas sin saber cómo las hacemos.
Para potenciar nuestra conciencia corporal y eliminar los patrones de movimiento parasitarios, el autor propone un método cuyo énfasis principal se centra en la búsqueda de sensaciones internas prestando especial atención a la manera en que hacemos las cosas. El medio que utiliza es el propio cuerpo y, en particular, el sistema muscular y la percepción cinestésica y propioceptiva, ya que estos últimos son los elementos que nos ayudan a tener conciencia de lo que ocurre en nuestro interior.
«Al igual que el alfarero mejora su labor a través del contacto con el barro, el practicante de Tai Chi aprende de su propio cuerpo» (Tew Bunnag, 2007).
En su sistema hay que concentrarse internamente en observar cómo realizamos los cambios de posición, tomando conciencia de los músculos que ponemos en acción con la idea de localizar las tensiones internas y las pautas «parasitarias» que introducimos. Para facilitar el proceso debemos realizar la acción con lentitud. Cada persona tiene que buscar su ritmo de aprendizaje, siendo el ideal aquel que le permite mantener activa su atención y capacidad de discriminación. El control más delicado y perfecto del movimiento sólo se alcanza mediante el aumento de la sensibilidad.
El encuentro con las sensaciones internas en el Tai Chi aparece cuando después de aprender la forma surgen preguntas del tipo: ¿cuánto peso se pone en cada pierna?, ¿qué hace la cadera?, ¿cómo se canaliza la fuerza de los pies a las manos?, etc.
Aquí el profesor juega un papel clave a la hora de dirigir las sensaciones correctas que debemos buscar. Por otro lado, en la tradición escrita del Tai Chi encontramos muchas frases destinadas a trabajar sobre la sensibilidad, fruto de la experiencia de toda una línea de practicantes que abrieron el camino. Por ejemplo, «el general es la cadera», «cambiar el peso sin perder la verticalidad» o «sentir una cuerda que tira de la coronilla hacia el cielo». Para potenciar el trabajo interno, Feldenkrais propone, desde un punto de vista práctico, dos caminos: A) Fomentar la conciencia corporal, entendida como la capacidad de sentir nuestro cuerpo.
Aquí las sensaciones que se buscan son el grado de tensión-relajación en los diferentes grupos musculares, las zonas corporales que parecen muertas o insensibles, las diferencias de temperatura corporal, etc. En Tai Chi se correspondería, por ejemplo, a la toma de conciencia sobre si la cadera o la frente están relajadas, si elevamos los hombros, si sonreímos, si la respiración es armónica o si es correcta la distribución del peso corporal en la planta de los pies.
Pero también tenemos que incluir las partes de nuestro cuerpo de las que no somos conscientes. Muchas veces centramos nuestra atención en un segmento corporal y olvidamos el resto del cuerpo. Por ejemplo, nos concentramos en la mano sin atender al antebrazo, el hombro, etc. Aquí resultan sumamente útiles los ejercicios que proponen algunos autores, tales como imaginar que nos desplazamos en el agua o que una bola de hierro recorre todo nuestro cuerpo. B) Potenciar la percepción de la ubicación espacial y trayectoria de los diferentes segmentos corporales.
En la práctica del Tai Chi esto guarda una estrecha relación, entre otros aspectos, con la toma de conciencia sobre la adecuada colocación del sacro y el cuello, si hemos elevado nuestra cadera lateralmente, si la rodilla mira hacia la punta del pie, si los codos están elevados o apuntan hacia el suelo... En la tradición correspondería a principios como la coordinación mano-codo-hombro con pie-rodilla-cadera o la correcta posición de la estructura corporal en movimiento.
En general, el objetivo a perseguir es localizar las tensiones innecesarias, evitar la fijación articular, localizar las resistencias al movimiento, reducir la sensación de esfuerzo, evitar las interrupciones de la respiración o una mala posición de la espalda, etc.
Feldenkrais defiende que «el verdadero aprendizaje conlleva un proceso constante de paciente experimentación». Queremos destacar la idea de paciencia, porque un error en el que solemos caer todos es el deseo de querer asimilar nuevas habilidades cuando en realidad todavía no hemos fijado bien las aprendidas. La progresión debe ser como el malabarista chino que pone en equilibrio sobre un palo numerosos platos en movimiento. La única forma posible de conseguirlo es ir añadiendo de uno en uno nuevos platos sin perder de vista los anteriores.
La dificultad para cambiar los hábitos posturales y patrones de movimiento
La modificación de los hábitos y patrones corporales representa un proceso lento que necesita tiempo y fuerza de voluntad. Las causas hay que buscarlas según Feldenkrais en dos hechos: uno es que implica reprogramar el sistema nervioso y dos, que estas pautas representan algo más que un simple hecho corporal. El primer obstáculo a superar es la fuerza del hábito. La repetición temporal de movimientos y posturas produce un proceso de familiarización que nos acostumbra a sentirlos como algo natural. Y más aún, muchas tensiones se han convertido en una costumbre tan profunda que llegamos incluso a perder conciencia de ellas.
Para mostrar esta idea, Feldenkrais expone un ejemplo tan sencillo como girar de forma natural hacia arriba y hacia abajo la palma de la mano con los dedos extendidos. Al hacerlo tomamos conciencia de que cuando la mano está hacia abajo tendemos a extender los dedos, mientras que cuando está hacia arriba los contraemos. Esto se debe a que normalmente ponemos la mano boca abajo para coger objetos, y hacia arriba para mirarlos y acercarlos. La pregunta es ¿cuántos movimientos responden al hábito de la experiencia y no somos conscientes de ello?
Modificar un patrón de movimiento significa tener que reeducar al sistema nervioso, ya que tiende a conservar y perpetuar hábitos aprendidos. Pero el conflicto puede ir más allá cuando tomamos conciencia de que nuestra memoria motriz es capaz de impedir, en muchos casos, que encontremos la sensación correcta en una postura porque eso puede suponer hacer lo que percibimos como «raro» o «equivocado» respecto a nuestra impresión habitual. Además, existe el problema añadido de que debido a las malas costumbres que hemos ido adquiriendo en nuestra experiencia motriz, las articulaciones han desarrollado texturas fibrosas que ayudan a mantener esos patrones «extraños» y que debemos eliminar. La evolución debe ser lenta y progresiva. Hay que repetir y sentir las nuevas alternativas de movimiento para conseguir que aquello que percibimos en un principio como algo extraño, pero que es lo correcto, se convierta en un nuevo hábito.
El segundo aspecto que dificulta la modificación de nuestros patrones de movimiento es que suponen algo más que un simple hecho corporal. Engloban una realidad emocional y social y, por tanto, cambiar estas costumbres implica recomponer pautas emocionales y de conducta aprendidas y reforzadas a lo largo de nuestra experiencia vital. Este autor, influenciado por el psicoanálisis, considera que el origen de nuestros hábitos corporales, mentales y conductuales está en las estrategias que utilizamos en la primera infancia para conseguir afecto, aprobación, protección y atención de los adultos. El bebé, totalmente dependiente de sus padres, muestra sus necesidades vitales a través de sus reacciones emocionales expresadas en movimientos por medio de determinadas pautas musculares y posturales. Pero pronto descubre que muchas de estas reacciones son censuradas por los adultos y así se instaura un principio de modelado de su conducta y, lo que es más importante, se produce un establecimiento o inhibición de ciertos patrones musculares.
Este proceso es arrastrado posteriormente a lo largo de nuestra experiencia vital, de modo que nuestra dependencia relacional, la necesidad de atención y aprobación, el miedo al rechazo o a estar solos, el ansia de honores y títulos o la compulsión a la hora de comer, representan finalmente formas de buscar compensación a esas pautas instauradas en nuestra vivencias infantiles. Por otro lado, Feldenkrais defiende además que el modelado ejercido por los padres hacia el bebé tiene como objetivo la adaptación del individuo a las expectativas sociales y culturales en las que vive, de modo que nuestra motricidad y expresividad corporal finalmente responde a las expectativas de nuestra cultura.
En el marco de la práctica, y ante la dificultad para encontrar nuevas sensaciones corporales que se superpongan a los viejos hábitos adquiridos, Feldenkrais propone la vía de la autoconciencia a través del movimiento según hemos explicado. A nivel particular, sin embargo, podemos utilizar algunas estrategias que facilitan el proceso como puede ser simplificar los elementos que componen cada patrón de movimiento, despertar la conciencia sobre las posibilidades y el grado de movimiento de cada articulación y fomentar actividades paralelas que faciliten la transferencia.
El primer recurso supone analizar, paso a paso y en todos los factores, los elementos que componen cada patrón de movimiento de la forma de Tai Chi para diseñar progresiones y secuencias de posturas sencillas que nos permitan reconstruir las estructuras globales del movimiento. Esto supone localizar los pasos intermedios que componen el movimiento global: postura, segmentos corporales implicados, trayectoria y ubicación, peso, relajación, intención, respiración, etc. Corregir cada factor mediante la búsqueda de la sensación interna nos ayudará a llegar a un movimiento final correcto. La idea es delimitar un aspecto aislado del conjunto y experimentar con sus posibilidades, dando tiempo para evaluar los resultados.
La segunda propuesta supone abordar una realidad: muchas personas apenas tienen conciencia del potencial de movimiento que pueden desarrollar en sus articulaciones. El ejemplo más sencillo es la gran dificultad que experimentan muchos alumnos para diferenciar la anteversión y retroversión pélvica, pero también, en los practicantes avanzados, a la hora de detectar los patrones de movimiento exactos que realiza su profesor.
Trabajar la conciencia de movilidad articular ayuda a generar una capacidad de discriminación que da lugar a una gran variedad de alternativas respecto a lo que la persona sólo sabía realizar de una sola manera. Incluso podemos ayudarnos de pautas erróneas de movimiento haciendo que la persona sienta las tensiones que producen, la ubicación de sus articulaciones, la dificultad en las trayectorias, etc. El experto no sólo es aquel que sabe lo que es correcto sino también los posibles errores que se producen en la ejecución.
Por último, la tercera propuesta consiste en buscar actividades y ejercicios «paralelos» que faciliten la transferencia de los aspectos que pretendemos enseñar o aprender. Este autor define varios ejemplos de cómo ayudó a una persona a superar sus dificultades en la escritura a través de la pintura, o a mejorar sus problemas de locución cantando. Se buscaban así fórmulas alternativas para evitar la tensión que impedía el patrón de movimiento correcto. En Tai Chi esta idea se aplica, por ejemplo, cuando aprovechamos ejercicios de chi kung aislados que nos ayudan a relajar los brazos, o cuando para dar fluidez al Tai Chi aprendemos a bailar en una academia.
Para finalizar podemos destacar que es posible profundizar en todo este trabajo tomando conciencia del ritmo de ejecución, la coordinación de los segmentos corporales, la capacidad de reproducir mentalmente los movimientos diferenciando los elementos implicados, el trabajo de la respiración, etc.
Esperamos que este artículo haya servido para despertar la curiosidad del lector hacia la figura de Feldenkrais e indirectamente hacia las diferentes teorías sobre la postura desarrolladas en Occidente. Consideramos que este autor nos abre un camino de auto-conocimiento e introspección personal que podría interesar a muchos practicantes de Tai Chi al entender que representa una práctica "interna".
BIBLIOGRAFÍA:
- BUNNAG, T. (2007): El arte del T´ai Chi Chuan. Meditación en movimiento. La Liebre de Marzo. Barcelona. - FELDENKRAIS, M. (1995): Autoconciencia por el movimiento. Ejercicios fáciles para mejorar tu postura, visión, imaginación y desarrollo personal. Paidos. Barcelona. - FELDENKRAIS, M. (1995): El poder del yo. La autotransformación a través de la espontaneidad. Paidos. Barcelona. - FELDENKRAIS, M. (1996). La dificultad de ver lo obvio. Paidos. Argentina. - THEODORE, D. (2007). Elementos del aprendizaje. Cómo mejorar tus habilidades. Neo Person. Madrid